Queremos tener la casa limpia y ordenada para vivir cómodamente en ella. Sin embargo, pasamos gran parte de nuestro tiempo trabajando y atendiendo otras responsabilidades. No podemos prestarle a nuestra casa la atención que requiere. El servicio doméstico se ha convertido en una necesidad social. Pero no podemos confiar el cuidado de nuestro hogar a cualquier persona.
En la época de nuestras abuelas, las familias destinaban a uno de los miembros, normalmente la mujer, al cuidado y mantenimiento del hogar. Se encargaba de hacer la compra, la comida, la limpieza, etc. Estaba en dedicación exclusiva.
La incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo ha supuesto un avance social importantísimo. Las relaciones en el núcleo familiar se dan en condiciones de mayor igualdad. Aunque aún queda mucho por hacer, la mujer se ha emancipado económicamente. Aparte de las consecuencias igualitarias, lo cierto es que a día de hoy, en una pareja o una familia, si los dos no trabajan, es complicado tener una vida digna.
Este fenómeno ha repercutido en un cierto abandono de los hogares. La casa no está tan impecable como la tenían nuestras madres o abuelas. Después de estar toda la semana trabajando, lo que menos apetece un sábado o un domingo es ponernos a limpiar en profundidad.
La distribución de las tareas domésticas en las parejas es motivo de controversia. A veces ocasionando discusiones y disputas. En la mayoría de los casos, no realizarlas como corresponde, es por desidia o comodidad. El poco tiempo libre que tenemos no nos apetece dedicarlo a la casa. Más bien lo invertimos en nuestro ocio, o simplemente en descansar. Después de la dura semana, nos lo tenemos merecido.
Ha pasado a la historia la época en la que el servicio doméstico era un privilegio de las clases más acomodadas. Aquellas señoras emperifolladas que tenían criadas a su servicio. Que hacían ostentación de ello, como si fuese una especie de distintivo social. En la actualidad, para limpiar y hacer ciertas gestiones de la casa, el servicio doméstico es una necesidad en gran parte de los hogares. La cuestión es ¿cómo lo contratamos en las mejores condiciones?
¿Trabajadora independiente o agencia?
Nuestra casa es un ámbito privado. En él guardamos nuestras pertenencias personales y objetos de valor. La organizamos según nuestros gustos. Al contratar a una persona externa, aunque solo sea para que nos limpie la cocina, le concedemos una cierta licencia, de manera inconsciente, para que conozca nuestra intimidad.
Si nos paramos a pensar, es un ejercicio peligroso. Desnudamos nuestra vida ante un extraño. Siempre se presupone la profesionalidad y la confidencialidad de los trabajadores domésticos, como el valor en los soldados. El problema aparece cuando dejamos a la vista algún objeto que nos compromete o, al llegar a casa, lo buscamos y no aparece.
Otra de las cuestiones es que la limpieza y el orden de la casa es un asunto muy personal. Queremos que la casa esté limpia bajo nuestros propios criterios, y las cosas guardadas donde nosotros lo haríamos. Desde luego esperamos que el trabajo esté terminado a una hora determinada. Es un trabajo muy exigente.
La mejor opción es contratar a una persona de confianza o a una agencia. Imagínate que contratas a una señora particular para que venga a limpiar y un día le surge un imprevisto y no puede acudir. Puede ser que esté enferma, que se haya complicado un trabajo o que tenga que atender un asunto personal. Todos nuestros planes se nos vienen abajo.
Imagínate que no te gusta cómo ha terminado la faena. Encararte con ella o decirle que no venga más es una situación violenta para los dos. Determinadas discusiones solo se pueden tener con gente con la que hay cierta confianza.
Al trabajar con una agencia, la relación se establece en otros términos. La trabajadora doméstica no trabaja para nosotros, sino para una empresa. La agencia se preocupa de prestar el servicio en el horario convenido y con un estándar de calidad predeterminado. Si por lo que fuera, una trabajadora no puede acudir, envía a otra. Cualquier incidente que pudiera suceder se trata con la agencia, y esta se encarga de resolverlo. A la agencia le interesa mantener al cliente contento.
La Agencia Sant Pau, una agencia de servicio doméstico que opera en Barcelona, nos comenta que este tipo de empresas se rigen por cubrir las necesidades concretas del cliente. A este efecto, suelen enviar a la persona más adecuada para cubrir el servicio. No es lo mismo el perfil de una trabajadora que se va a quedar interna, el de una trabajadora que limpia el apartamento de un profesional o el de otra que acude a ayudar en las tareas domésticas a una señora mayor.
Cuánto cuesta una empleada de hogar.
El portal de noticias noticiastrabajo.es señala que el sueldo que pagamos a una trabajadora doméstica está calculado en función del Salario Mínimo Interprofesional. Para el 2022 está fijado en 1000 € mensuales. En estos momentos el gobierno y los agentes sociales están en negociación, por lo que es probable que aumente para el año que viene.
El salario está calculado para 14 pagas anuales. 12 pagas mensuales más 2 pagas extras, que en el caso del servicio doméstico están prorrateadas. Si tuviéramos trabajando a una trabajadora doméstica en exclusiva, trabajando 40 horas semanales, le abonaríamos un salario neto de 1167 €.
Para calcular el coste que saldría por hora habría que hacer una regla de tres. Partiendo de eso, la hora de trabajo sale por 7,33 €. Si tenemos contratada a una señora que nos viene a limpiar 4 horas a la semana, les estaríamos pagando un salario neto de 117 €. A eso hay que añadirle la cotización a la Seguridad Social, que abordaremos más adelante.
Este sería el coste mínimo. El trabajo doméstico independiente tiene su propio mercado, regido por las leyes de la oferta y la demanda. Dependiendo de la ciudad, el precio que viene a cobrar una trabajadora que trabaja por libre supera con frecuencia los 10 € la hora.
Cuando una trabajadora doméstica trabaja por medio de una empresa, cobra menos por hora, pero la agencia le asegura trabajo durante las 40 horas semanales. Nosotros pagamos a la empresa la tarifa establecida por el servicio que nos presta, y esta a final de mes paga a la trabajadora.
La obligación de cotizar.
Desde el 2012, las trabajadoras domésticas deben estar dadas de alta en la Seguridad Social, tener contrato de trabajo y cotizar por contingencias comunes.
Esta medida sacó de la economía sumergida a miles de trabajadoras que llevaban años trabajando en domicilios particulares sin tener ningún tipo de derechos. Hasta el 2024 no se equipararán al Régimen General, por lo que actualmente no cotizan por desempleo, pero si están cubiertas de cara a la jubilación y en caso de accidente o enfermedad.
Tener a una trabajadora doméstica sin legalizar es un riesgo para el empleador si esta sufre un accidente en el domicilio mientras estaba trabajando. Una multa por tener un trabajador sin contrato puede llegar hasta los 10.000 €.
La web mundojuridico.info señala, que según el régimen especial de servicio doméstico, una trabajadora que cobre menos de 206 € mensuales de un empleador, debe cotizar a la Seguridad Social 51,66 €. De estos, 41,98 € lo paga la familia y 9,68 la trabajadora.
Las trabajadoras domésticas, que realizan menos de 60 horas mensuales para un empleador, se encargan ellas mismas de la afiliación, altas y bajas, y de abonar la cotización en las cuentas de la Tesorería General de la Seguridad Social, como si fueran un autónomo. Todos estos documentos, salvo los ingresos en cuenta, deben contener la firma del empleador. Para asegurarse de que todo está correcto, la familia puede solicitar algún tipo de comprobante de los pagos de las cotizaciones.
Hay que remarcar que la cotización se descuenta del salario bruto, no del neto, por lo que habrá que añadirlo al sueldo de la trabajadora.
En el caso de trabajar con una agencia, todo es más sencillo. La familia firma un contrato civil de servicio con la empresa y paga una cuota. No tiene que preocuparse de redactar un contrato de trabajo, de gestionarlo en el SEPE, ni de preocuparse por las cotizaciones a la Seguridad Social. Es la agencia quien tiene legalizado a sus trabajadores.
Existen situaciones concretas en las que es aconsejable contratar un servicio doméstico. Por ejemplo, en el caso de personas mayores que viven solas y que por cuestiones de salud o movilidad, les cuesta mucho más encargarse de las tareas diarias. Que una persona acuda una o dos veces por semana para ayudarle con la limpieza o con la compra, les facilita bastante el día a día.
En el caso de personas enfermas o con alguna imposibilidad sobrevenida, contar con la asistencia de trabajadores domésticos, mejora su calidad de vida. Si una pareja o una familia, en el que los dos tienen un trabajo absorbente, disponen de un servicio de este tipo, mejora la convivencia. Son muchos los ejemplos en los que contar con un buen servicio doméstico es primordial.