Huyendo del calor este verano

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Estamos ya lo que se dice a punto de entrar en el periodo estival. Solecito, calor, terraceo (si la pandemia lo permite) y muchísimas otras cosas más harán acto de presencia y eso es fantástico, sin embargo, debemos plantearnos que este verano será más parecido al de 2020 que al de otros años y que, por lo tanto, no viajaremos tanto como nos gustaría y pasaremos más tiempo en casa del que nos habría gustado.

Digo todo esto porque probablemente las playas se parcelarán de nuevo, o habrá control de aforo en las mismas. Por supuesto, lo habrá en las piscinas, y en casi cualquier espacio, y eso implica que no todos podremos disfrutar de todo, y mucho menos a la vez. El año pasado así ocurrió en toda España. ¿Pudimos acudir a la playa? Sí, por supuesto, pero en los días más calurosos del año muchos tuvieron que darse la vuelta con las toallas y la colchoneta a cuestas porque las fuerzas de seguridad del Estado habían cerrado los accesos a calas y playas para prevenir las aglomeraciones debido a la ya alta afluencia.

En otras palabras, que los más madrugadores o los que inteligentemente acudían a la playa a buena hora después de comer (sin mucha siesta) disfrutaban de la playa y los que no debían probar suerte en otra parte. El problema es que esa “otra parte” debía ser un espacio más o menos fresco, sobre todo cuando las temperaturas llegan a alcanzar los 42 grados y subiendo en algunas ciudades de nuestro país, por lo que muchos de nosotros nos refugiamos en casa esperando tiempos mejores. De hecho, ¿cuál era la otra opción? ¿Los centros comerciales, donde más gente se podía acumular por metro cuadrado? ¿las terrazas al aire libre que se ponían a tope en las horas más demandadas?

Recuerdo reservar mesa con bastante antelación para poder cenar una noche a la fresca en alguna terraza de tapeo, y recuerdo pensar… “¡qué bien, qué suerte hemos tenido!”. Me temo que este año será igual y eso implica, de nuevo, mucho cine en casa, mucho juego de mesa, y mucha imaginación.

Aire libre

Lógicamente yo quiero pasar la mayor parte del tiempo posible al aire libre, quiero ir al campo, quiero perderme en la naturaleza y quiero disfrutar fuera de las cuatro paredes de mi hogar, pero es que en pleno agosto con 40 grados (o plenos julio e incluso septiembre) eso es impensable a no ser que sean las 6 de la mañana o las 7 de la tarde. La realidad es que entre las 11:30 y las 18:30 a penas se puede hacer nada al aire libre en esas fechas del año, a no ser que la actividad en cuestión implique agua, entonces tal vez sí (aunque evitando las horas más centrales del día a ser posible).

Con suerte, podremos salir a hacer algo de ejercicio entre las 7 y las 10, y salir a pasear o a tomar algo al caer el sol, pero poco más. Demasiado calor para otra cosa.

Lo que pasa es que tampoco todos tenemos la casa más fresca del mundo ¿verdad? De hecho hay días del año que algunas viviendas parecen hornos. Mi propia casa, hasta hace dos años, era una vivienda en la que era mejor no estar en plena ola de calor porque además de darle el sol muchísimo, vivo en una comunidad con muchísima humedad por lo que lo que yo tenía en mi casa es un calor húmedo que se pegaba en la piel y me proporcionaba una sensación térmica mucho mayor que la temperatura real.

¿Y cómo conseguí cambiar eso? Pues desgraciadamente con algo de inversión pero, sobre todo, con un poco de cabeza.

Como en una cueva

El primer impulso para mejorar nuestra calidad de vida en verano, dentro de nuestra casa, es instalar algún tipo de aire acondicionado, sistema de climatización o algo similar que nos permita estar fresquitos dentro del hogar, sin embargo tal vez esa no sea la mejor idea.

Si bien es verdad que ese tipo de productos son los que nos van a dar el alivio más rápido, bajando varios grados la temperatura media de cualquier estancia, si antes no aislamos nuestra vivienda se nos estará escapando la energía por todas partes, obligándonos a gastar mucho más cada mes en la factura de la luz. Por eso, hace dos años, cuando empecé a plantearme la posibilidad de invertir para mejorar mis veranos y mis inviernos en casa, lo primero que entendí es que tenía que convertir mi casa en algo que sea muy parecido a una cueva, y me explico…

Huyendo del sol del verano y del frío en invierno, el ser humano se refugió en las cuevas, húmedas por naturaleza. En ellas, encontró refugio ante la lluvia y las inclemencias del tiempo, y en ellas encontró refugió del sol.

De hecho, en la actualidad encontramos aún muchísimos pueblos y aldeas con viviendas construidas excavas en la roca, como la Alcoraya en Alicante o las cuevas de Granada, y otros muchos lugares. En esas casas-cueva se está fresco en verano, y son fáciles de calentar en invierno gracias al aislamiento que proporciona la propia piedra de la montaña, bajo la que están construidas así que yo necesitaba ese tipo de aislamiento.

¿Pero cómo se consigue eso en las viviendas actuales? Pues empecemos por los cerramientos.

Lo primero que hice fue cambiar los cerramientos de mi casa porque mis antiguas ventanas eran de todo menos herméticas y si te sentabas en invierno cerca de una de ellas se podía notar una corriente de aire frío perfectamente, a pesar de tener la calefacción encendida. Según los profesionales de La Ventana Perfecta, donde se pueden comprar ventanas de PVC a media online, podríamos ahorrar hasta un 50% en luz gracias a la instalación de ventanas térmicas aislantes así que si en una vivienda, en pleno verano con los aires acondicionados puestos se gastan unos 120 euros al mes, pues hablamos de ahorrarnos la mitad durante al menos 3 meses al año, y lo mismo ocurriría en pleno invierno con la calefacción.

¿Y eso es todo? No, hay mucho más. Y es que la mayoría de los edificios antiguos tienen un aislamiento pésimo, a veces nulo, por lo que el siguiente paso sería aislar las paredes exteriores de la vivienda. El problema es que eso conlleva mucha obra y normalmente no estamos dispuestos a ello, tanto por la economía como por el engorro que conlleva, la suerte es que hay empresas que son capaces de aislar sin obras. De esto nos hablan en Crear Sur, donde nos explican que haciendo un pequeño agujero por dónde meter un tubo que insufla un material aislante que rellena la cámara de aire de las paredes exteriores se consigue un aislamiento perfecto sin hacer obras en casa y a un coste muy inferior.

Ahora bien, ¿y si no tenemos presupuesto para nada de esto? Pues entonces podemos seguir algunos consejos menos efectivos pero que también pueden ayudarnos bastante:

  • Instala cortinas opacas que frenen la entrada del sol en pleno verano en las horas centrales del día.
  • Instala burletes en los cerramientos, un producto que se pone en las puertas y las ventanas de la casa para evitar escapes de aire.
  • En invierno utiliza los textiles de hogar para aportar calor a la vivienda, como las alfombras e incluso adornos en las paredes.
  • Abre ventanas cuando no haga sol y airea todo, pero cierra a cal y canto cuando empiecen a ascender las temperaturas, incluso es buena idea bajar las persianas para evitar la incidencia de los rayos UVA.

En definitiva, aísla todo lo que puedas antes de pensar en tecnología, ahorrarás muchísimo y merecerá la pena.

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