No sé si conocéis el término overbooking, pero es una situación que seguramente ya han vivido muchos viajeros. Se trata de exceso de venta de plazas en un avión con respecto a la capacidad real del mismo. Y aunque no lo parezca o lo veamos injusto, se trata de una práctica totalmente legal que se hace incluso también en el sector de la hostelería. Esto se hace porque los empresarios son conscientes de que siempre hay alguien que no utilizará estos servicios o que cancelará su reserva, de modo que vendiendo por encima de los clientes potenciales al final se aseguran que se utilice la totalidad de la oferta disponible, obteniendo así el máximo retorno de la inversión.
Pero el hecho de que esta práctica sea legal no tiene nada que ver con que no podamos reclamar nosotros los daños y perjuicios que la misma nos ocasiones. Sin ir más lejos, hace unos años yo decidí irme desde Madrid con mis amigas a pasar una semana a Dinamarca, concretamente a Copenhague. Nuestro vuelo era directo y salía desde la capital española sobre las 3 de la tarde. Pero ya cuando estábamos para embarcar, nos dejaron a nueve pasajeros fuera: nuestro grupo de ocho y una señora que parecía sacada de una película de Paco Martínez Soria. No se separaba de nosotras no fuera a perderse con su maleta y su bolso de mano en el que llevaba jamón cortado y picos de pan…
El caso es que fuimos a preguntar al mostrador de la aerolínea qué podíamos hacer, y nos ofrecieron la alternativa de ir a Copenhague pero vía Londres, llegando así casi cinco horas más tarde. Y como ya teníamos el hotel y todo reservado allí, aceptamos el trato.
Aquello fue una completa odisea, porque como en un principio íbamos a coger el otro avión, nuestras maletas acabaron perdiéndose y cuando llegamos a la capital de Dinamarca no las teníamos. Otra vez tuvimos que ir a uno de los puestos de la aerolínea para poder reclamar. Como suele pasar, en el norte nos trataron con mejor educación que en España y nos indicaron que comprásemos todo aquello que necesitásemos, que nos reembolsarían, ya fuesen medicinas, ropa casual, o incluso ropa arreglada si a lo que veníamos era a una boda.
Y eso fue lo que hicimos, a la mañana siguiente acudimos algunas tiendas del centro para comprar ropa interior y unos vaqueros y camisetas para sobrevivir esos días, de los que pedimos la factura para que luego la aerolínea del norte, al enviársela por correo electrónico, nos lo reembolsase, como perfectamente hicieron.
Por la tarde nos llamaron diciendo que habían aparecido las maletas, aunque no precisamente en buen estado. Decidimos olvidarnos del tema por eso días pero a la vuelta de vacaciones quedamos en reclamar lo ocurrido a la compañía con la que había contratado el viaje, la aerolínea española.

Cómo reclamar
Como era la primera vez que nos ocurría algo similar y no sabíamos qué debíamos solicitar ni cómo hacerlo, contactamos con el bufete de mi ciudad, Trámites Fáciles Santander, para que ellos se encargasen de todo. Lo hicieron de forma totalmente diligente y además de solicitar la compensación por el overbooking, a la que todo viajero tiene derecho si se excede de un número de horas en el retraso, también pidieron que se nos compensasen los daños ocasionados en las maletas.
El dinero, a excepción del de la reclamación de las maletas, se lo dieron a los abogados allí ya en mano, de forma que lo cobramos rápidamente y el trastorno no resultó ser tan grave. Eso sí, uno de los días de viaje lo perdimos casi entero comprando ropa para poder estar allí y yendo después al aeropuerto, que no estaba precisamente cerca en transporte público, para ir a recoger las maletas cuando aparecieron.