Hay situaciones en la vida que marcan un antes y un después, que nos hacen ser una persona antes de que ocurran y otra completamente diferente desde el momento en el que se producen. Esto no es algo nuevo. Dependiendo del tipo de persona que seamos, nos puede afectar más o menos un determinado acontecimiento, o quizá hay algunos actos que sí nos influyen mientras que a otros no. Pero el caso es que hay veces en la vida que pasa algo que nos hace ‘clic’ en la cabeza y que cambia nuestra percepción de algo en concreto, si es que no lo hace de la vida al completo.
Vengo a este blog a reconocer que hubo un acontecimiento en mi vida que cambió mi modo de ver las cosas. En cierto modo, estoy escribiendo este artículo para sanarme mentalmente de aquello, porque confío ciegamente en el hecho de que escribiendo acerca de una situación de la que nos avergonzamos es la mejor manera de demostrar que hemos cambiado de perspectiva y que ahora hemos crecido como personas. Ese es mi gran objetivo y la verdad es que tengo que decir también que me siento orgulloso del paso que voy a dar a lo largo de los próximos párrafos. Así que venga, voy allá.
La situación a la que hago referencia tiene que ver con un percance que sufrí con el coche. Cuando ocurrió, hace algunos años, yo apenas tenía 30 años. Vivía en un momento en el que, como ocurre con todos los jóvenes, piensas que la vida está hecha para ti, que vas a ser el rey y que cualquier cosa que puedas proponerte la puedes conseguir. Pensar en eso, de alguna manera, me hacía ser realmente imprudente algunas veces al volante. Tengo que reconocer que varias personas de las que solían venir conmigo en el coche me lo decían. Me transmitían que corría demasiado, que llevaba una conducción demasiado agresiva y que en muchas ocasiones me saltaba las normas de tráfico más básicas, tales como un stop o un ceda el paso.
El caso es que, un buen día, sucedió lo que tenía que suceder. Volvía del trabajo por la autopista A42, como de costumbre. Lo hacía rápido, como siempre, deseoso de llegar a casa y descansar un rato. En un abrir y cerrar de ojos, los acontecimientos se precipitaron. Se produjo una colisión en cadena y yo, que iba rápido y no guardaba la debida distancia de seguridad con el coche que llevaba delante, le embestí por detrás. Durante un momento, tengo que reconocer que pensaba que iba a morir. Sentí dolor en todo el cuerpo, pero afortunadamente no hubo víctimas, creo que eso no lo habría podido superar. Pero los coches quedaron prácticamente siniestros y hubo bastantes heridos.
Me quedé en shock. No podía creer lo que veían mis ojos e incluso mi cerebro negaba que eso hubiera podido ser, en parte, por mi culpa, al menos en lo que tenía que ver con el coche a quien había embestido en aquella cadena. Si tan solo hubiera mantenido la distancia de seguridad, la cadena de golpes se hubiera detenido ahí y por eso también me sentía culpable de los golpes que se habían producido por detrás de mí.
He visto muchos artículos en prensa relacionados con accidentes de tráfico desde aquel día. Uno de ellos es el que os voy a dejar enlazado a continuación y que pertenece al diario de deporte Mundo Deportivo, que establecía cuáles eran las 3 causas de accidentes mortales en España y que son las que os menciono a continuación:
- La primera tiene que ver con las distracciones al volante. Ese móvil que suena, esa radio que quieres cambiar de frecuencia, ese giro de la cara para ver algo que se encuentra cerca de la carretera por la que transitas…
- La segunda está relacionada con el consumo de alcohol y drogas. En mi caso, esta nunca se ha producido porque nunca he consumido drogas y porque el alcohol tampoco es que me guste demasiado.
- La velocidad inadecuada es la tercera de las causas que forman parte de esta lista y de aquí no me puedo escapar, como ya os decía antes. Y, en el caso del accidente del que os estoy hablando, por supuesto que tuvo algo que ver.
Volviendo al caso que tenía entre manos a causa del accidente del que había formado parte y del que por supuesto tenía parte de culpa, la cosa no solo se quedó en el shock que me había producido la situación y los daños de los que habían salido ilesas todas las personas implicadas. Tiempo después, me encontré con reclamaciones de las personas que se encontraban en el coche al que yo le había embestido. Reclamaban daños físicos y psicológicos hasta daños materiales y reparaciones de vehículos. Las personas que les asesoraban, Abogados en Santander, encargados de reclamaciones legales de todo tipo (desde accidentes como el que habíamos parecido hasta temas de herencias, divorcios o cuestiones laborales, entre otras) me indicaron que las personas afectadas tenían un año para reclamar. Acepté y, desde ese momento, me centré de lleno en cuidar más de mí mismo para superar el trance que había supuesto para mi vida aquel accidente.
Lo primero que pensé que podía hacer era acudir al psicólogo. Creo que esto es necesario para cualquier persona que se encuentre en una situación delicada, con independencia de la que sea. Yo sentía que tenía que superar aquello y centrarme desde ese momento en superar mis vicios al volante y esa tendencia a conducir de manera tan temeraria como lo había hecho hasta entonces. Tengo que reconocer que lo fui consiguiendo y que incluso me animé a contactar con las personas a las que mi coche había embestido para saber cómo estaban y pedirles disculpas, si bien quien me dio a mí en aquella cadena de accidentes no hizo lo propio.
Ahora, creo que soy una mejor persona. Y también un mejor conductor. Las personas que suben conmigo al coche y que lo habían hecho antes son las que me lo han dicho, incidiendo una y mil veces en las cosas concretas en las que ven esa mejora. ¡Qué importante es tener a esas personas cerca para que te motiven a seguir haciendo las cosas bien! También he aprendido a valorar mejor la vida y todos los cuidados que debía tener en cuenta para tener salud: vigilar más lo que como, mantener una desconexión del trabajo para ganar en salud mental y, como ya estaba apuntando, eliminar de raíz mis viejos vicios al volante. Me siento muy orgulloso de haberlo conseguido.
También me siento muy orgulloso de haber sido capaz de escribir todo lo que habéis leído hasta ahora. No es fácil ponerse delante del ordenador y hablarle a personas que sois desconocidas de una situación que ha sido tan dramática para mí y que ha cambiado tanto mi manera de percibir la vida. Es como esas reuniones con más personas anónimas que organizan los psicólogos y que sirven para que nos desahoguemos y encontremos el ánimo de más personas que tienen problemas diferentes a los tuyos pero que se solidarizan contigo. Gracias por haber estado leyendo este artículo, aunque sea hasta aquí.
Un pequeño dato para ir concluyendo
No quiero terminar sin comentar cuál es el dato de personas fallecidas en los 5 primeros meses de 2025 en accidentes de tráfico en el interior de nuestras fronteras. El dato lo he obtenido de la web de Ep Data y es de 442 personas. Han sido 442 vidas las que se han escapado por culpa de un accidente de tráfico. Me parece un drama, un absoluto drama. Y no he sido nunca consciente de la verdadera tragedia que esto supone hasta que he tenido un accidente y he estado a punto de convertirme en una víctima más y, lo que es peor, de provocar yo mismo una de esas muertes.
Creo que es necesaria una profunda reflexión en la sociedad acerca de un tema como del que estoy hablando. No puede ser que siga habiendo gente como lo era yo, profundamente ajena a todo lo que tiene que ver con un asunto como los accidentes de tráfico y las víctimas que provocan. Debemos hacer posible entre todos que los buenos hábitos al volante sean tema de conversación incluso para las personas más jóvenes, las que incluso todavía no tengan el carnet de conducir. Esto no va a provocar que la cifra se reduzca de 442 a 0, pero seguro que es un primer paso del que partir para que se produzca el cambio que estamos demandando en la sociedad.
Termino volviendo a reiterar mi agradecimiento por haberme leído. Espero que todos vosotros y vosotras estéis también en la misma línea en la que me encuentro yo ahora y que debemos seguir haciendo fuerte para que sea posible, de ahora en adelante, luchar con más argumentos contra los accidentes de tráfico y sus consecuencias. Merece la pena solamente que lo intentemos. Habrá un montón de gente, como lo he sido yo mismo, que lo termine agradeciendo. Aunque no sea ahora.