Es posible que muchos de vosotros estéis igual que yo, que me acabo de comprar una casa a las afueras de Madrid y apenas tengo dinero para poder irme de vacaciones este verano. O para ser más sincera, no tengo. Ya se sabe cómo esto acceder a la primera vivienda, que tú proyectas gastar una determinada cantidad de dinero pero esta siempre acaba creciendo, ya que hasta que no llegas a tu nueva casa no sabes qué cosas necesitas.
En mi caso la verdad es que no puedo quejar ni muchísimo menos. Me puse en contacto hace unos meses con Fresno Inmobiliaria, recomendada por una amiga que ya había gestionado con ellos la compra de su casa, y me salió a un gran precio en Cobeña, que era el pueblo donde yo estaba buscando. Yo soy de Galicia, y como todo el mundo sabe, a los gallegos nos gusta el monte y todo lo verde, así que eso de vivir en el centro de Madrid se me hacía muy cuesta arriba. Prefería un pequeño chalé a las afueras con un poquito de jardín donde tener a mi perro y donde poder instalar un porche para dedicarme a mi afición favorita, la lectura. Pero como os decía, siempre hay imprevistos. En mi caso fue que me enamoré de una de las casas que me enseñaron pero el tejado no se encontraba en muy buen estado. Esto no es culpa de la inmobiliaria ni mucho menos, más bien ellos lograron conseguirme un precio mejor gracias a esta tara, pero el antiguo dueño no quería meterse ya en líos para arreglarlo, así que tuve que poner un pelín más de dinero del que esperaba para poder repararlo esta primavera, porque como recomendaba la empresa que finalmente llevó la obra, Cubiertas Estévez, era mejor no dejarla para el invierno por las lluvias ni esperar al verano porque haría demasiado calor para trabajar rápido.
Pues bien, como os decía, al poner esta cantidad de dinero con la que no contaba a priori he tenido que renunciar a las vacaciones de este verano. Siempre he sido de la idea de que ir de vacaciones es disfrutar, es ir a un hotel y que te lo den todo hecho. Si tengo que salir de casa para ir a un apartamento a seguir haciéndome la comida y la limpieza para ahorrar, pues la verdad es que no me apetece ir. Así que este año he decidido quedarme en casa y viajar a través de mi pasión, la lectura, y haciéndolo con los libros.
Todo son ventajas
Una de las ventajas de conocer otros lugares a través de los libros es que no tienes por qué visitar épocas contemporáneas, sino que puedes viajar también en el tiempo. Y yo voy a dedicar este verano a la época más cruda de Alemania, la del nazismo. Puede sonar mal decirlo así, no se me entienda mal, pero es una etapa que me fascina. Está claro que no es por aquello que hicieron estos bárbaros, pero sí me gustan las historias acerca de cómo se trabajaba la propaganda o cómo se las ingeniaban los habitantes para sobrevivir. Seguro que muchos de vosotros por ejemplo habréis leído el famoso diario escrito por Ana Frank. Ahí la niña cuenta todos los trucos para pasar desapercibidos en aquel pequeño espacio.
Pues bien, este verano viajaré a la Alemania de estos tiempos, y para ello he empezado a hacerme ya con algunos libros muy reveladores. Tengo una historia de los campos de concentración nazis que me regaló mi hermano por Navidad, que seguro que habéis visto ya en muchas librerías porque es uno de los bestsellers de este año, y ahora me he comprado también un volumen que se llama Espías de Hitler, que detalla las operaciones de espionaje más importantes y controvertidas de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un recorrido por los entresijos de los servicios de inteligencia aliados y nazis, de las operaciones secretas que tanto unos como otros llevaron a cabo antes y durante la Segunda Guerra Mundial, y que decidieron finalmente su desenlace. Narra una lucha clandestina de conspiraciones y magnicidios, de atentados y golpes de Estado; un enfrentamiento a vida o muerte por la victoria.