España es un país muy de dulces. Tanto es así que no hay pueblo o ciudad que no tenga su dulce tradicional autóctono, ni pastelería que no se haya hecho popular por ser quienes mejor lo elaboran. Te voy a comentar y recomendar algunos de estos dulces tradicionales. Unos me sorprendieron cuando los probé y otros me llaman la atención porque tienen detrás una historia curiosa.
Antes de presentar mi lista de dulces, quiero recoger un comentario que me hizo en su día una amiga que tengo en Burgos, Merche, que ilustra bastante bien el papel que cumplen los dulces en la vida social española. Merche me dijo que cada vez que vienen invitados a casa, se desplaza a la Pastelería El Cid, una pastelería artesana de la ciudad castellana, especializada en dulces tradicionales, y se lleva una bandeja de sus famosas trufas. Después de comer, cuando Merche sirve el café, agasaja a los invitados con las trufas artesanas. En su casa es ya una tradición.
Aparte de que los pastelitos dan el pistoletazo de salida a las largas sobremesas de domingo, sucede que en nuestro país no hay fiesta o celebración que no tenga su dulce o dulces asociados. Comemos turrón, mazapán y polvorones en Navidad; torrijas, flores y rosquillos en Semana Santa; y hasta panellets y huesos de santo el Día de Todos los Santos.
Además, como hemos dicho antes, cada pueblo, provincia o región tiene sus dulces característicos. Estos son algunos que vale la pena conocer:
La mona de Pascua en Cataluña.
Tomar la mona es una tradición de las regiones que antes conformaban la Corona de Aragón. Es costumbre, sobre todo, en Cataluña y Valencia. Se toma el Lunes de Pascua después de la comida. El día siguiente al Domingo de Resurrección. Un día festivo en estas regiones, que pone el punto final a la Semana Santa.
Mientras en algunos pueblos de Valencia, la mona es un bollo individual con un huevo duro en el centro, en Cataluña; y especialmente en Barcelona, es una tarta familiar donde lo que más destaca es la decoración.
La mona catalana es un bizcocho esponjoso, cubierto de cacao, que en la parte de arriba se adorna con huevos de chocolate, figuritas comestibles y plumas de colores y muñequitos con forma de pollitos, siendo estos últimos, elementos que no se pueden comer. Todo un despliegue de decoración que da rienda suelta a la imaginación del pastelero. Algunas monas de Pascua son vistosas composiciones artísticas.
Todavía hay hogares catalanes que elaboran la mona para la familia y que acuden a las pastelerías para comprar los accesorios con los que adornarán el pastel. Es decir, las figuritas de chocolate. Sin embargo, lo más habitual en la actualidad es acudir directamente a la confitería de confianza para comprar directamente la mona.
Los escaparates de las pastelerías de Barcelona compiten por ofrecer las monas más vistosas y mejor decoradas. Es un gusto, esos días, pasearte por los barrios y observar las exposiciones de monas que presentan las pastelerías.
Los Vaticanos de Alcalá de Guadaíra.
La ciudad sevillana de Alcalá de Guadaíra es famosa por sus dulces. Allí se producen las célebres Tortas de Alcalá; las bizcotelas, que es un sándwich rectangular compuesto por dos planchas de bizcochos, casadas en el centro con yema blanda y cubiertos por una capa de merengue; y las rositas, unos pastelitos de hojaldre que van coronados por una cobertura rosa.
La razón principal de que esta ciudad tenga tal diversidad de dulces hay que buscarla en su actividad económica tradicional. Alcalá de Guadaíra se ha dedicado siempre a la molienda del trigo y a la producción de harina. Gracias a la gran cantidad de molinos que había en el cauce del Río Guadaíra, afluente del Guadalquivir, a su paso por el término municipal. Esto generaba tal abundancia de harina, que facilitó el desarrollo de la panadería y la pastelería en este pueblo andaluz.
Podíamos detenernos en las conocidas Tortas de Alcalá, el dulce más famoso de la ciudad, pero lo vamos a hacer en los Vaticanos. Una delicatessen creado por el pastelero Manuel Cabrera en 1978. Se trata de un bizcocho, emborrachado por la yema de huevo que lleva encima y decorado con azúcar y canela en polvo.
Según comenta el hijo del inventor del dulce, José Antonio Cabrera, al periódico Diario de Sevilla, un cliente le comentó a su padre “Esto es algo grande de verdad”, refiriéndose a lo bueno que estaba el pastelito. Fruto de ese comentario, el pastelero decidió llamar a su creación “Vaticano”.
Los Vaticanos se siguen elaborando a día de hoy siguiendo la misma receta que creó Manuel Cabrera. Se venden envueltos en papel de parafina, siendo los más populares los que se producen en “La Centenaria”, la pastelería en la que trabajaba Manuel.
Los Miguelitos de la Roda. (Albacete).
En buena parte de la mancha es tradicional elaborar pastelitos de hojaldre utilizando la manteca de cerdo que se obtiene de la matanza. De esta forma se hacen los famosos mantecados manchegos. Fuera del consumo navideño, en muchas casas se solían hacer empanadillas de hojaldre rellenas de cabello de ángel, que después se llevaban al horno de una panadería para cocinarlos.
El pueblo de La Roda ha sido tradicionalmente un punto de parada para los viajeros que iban de Madrid a Levante, ya que se encuentra a mitad de camino de las ciudades Valencia, Alicante y Murcia, por un lado, y Madrid, por el otro.
En los bares y posadas de la Roda en las que paraban los visitantes se les ofrecía estas empanadillas de hojaldre.
Cuenta Roque Andrés Navarro, director de la Confitería La Moderna, de la Roda, al periódico El Independiente, que en los años 30 se detuvo en una pastelería del pueblo la compañía de teatro de Margarita Xirgu, conocida actriz de la época y amiga personal de Federico García Lorca. Uno de los actores de la compañía, Miguel Ramírez, insistió en que le sirvieran unas empanadillas de hojaldre, solo que en lugar de estar rellenas de cabello de ángel o de merengue, como era la costumbre, quería que llevaran crema pastelera. Le recordaban a un dulce que había comido en Sudamérica. Fue tal la insistencia del actor, que el pastelero accedió elaborarlas. Llamó a estos pastelitos, “Miguelitos”.
Hoy los Miguelitos de la Roda son principalmente de crema, aunque también los puedes encontrar rellenos de cabello de ángel o de chocolate. Parece que Miguel Ramírez se salió con la suya.
Pasteles de arroz. Bilbao.
Una de las pastelerías más sabrosas que se hacen en España es la que se elabora en Vizcaya. En ello influye la calidad del producto. No tiene nada que ver la mantequilla que utilizan los pasteleros bilbaínos, sacada de leche de vaca recién exprimida, que la que puedes encontrar en otras partes de España. Y lo mismo podríamos decir de la nata.
Dentro de los diversos bollos y pasteles que se elaboran y comen a diario en Bilbao, nos vamos a detener en uno de los más gustosos, los pasteles de arroz. Los puedes encontrar en todas las confiterías de la ciudad y en los bares, pidiéndotelos para acompañar el café con leche del desayuno.
Lo más curioso de los pasteles de arroz es que no llevan arroz por ninguna parte. Es un vasito de hojaldre, con la forma de una tartaleta de masa filo, que se rellena con una crema elaborada a base de mantequilla, azúcar y huevos. Toda ella se mete en el horno produciendo un dulce repleto de sabor, con diferentes texturas que sorprenden en boca. El crujiente del hojaldre, por un lado, y la cremosidad del relleno, por otro. El pastel de arroz es tan pequeño como un canapé. Se coge con las manos y se come en dos o tres bocados.
Los alfajores de Medina Sidonia. (Cádiz).
Los alfajores son un dulce internacional. Unos dicen que son típicos del norte de África y otros hablan que son de Hispanoamérica, en concreto de Argentina, donde se rellenan con dulce de leche.
Según cuentan en el pueblo gaditano de Medina Sidonia, los alfajores que conocemos hoy en día se inventaron en la “Confitería Sobrina de las Trejas”, en este pueblo andaluz, en el siglo XIX. Desde allí llegaron a América. De Cádiz partían los barcos comerciales que iban al continente americano. Manteniendo una ruta comercial permanente entre Europa y América.
Los alfajores provienen de un dulce árabe. En la confitería de las Trejas trabajaba una cocinera marroquí, quien enseñó a hacer este dulce a las propietarias de la panadería. El alfajor marroquí es una barrita elaborada con una masa que lleva entre otros ingredientes almendra molida, miel, harina de trigo y especias. Las hermanas trejas decidieron hacer dos pastas con la masa, que unían por medio de una crema de avellanas.
Se han hecho tan populares estos alfajores que ya no solo se comen en Navidad. Los puedes degustar durante todo el año.
Estos son los dulces tradicionales que yo te recomiendo. Seguro que tú te acuerdas de alguno más. ¿Cuál me recomiendas tú?