Está claro que España es un país que vive del turismo en gran medida, que es consciente de la importancia que tiene dentro de nuestra economía y ello se constata en lo bien que se cuida por parte de la administración y de las organizaciones del sector, atrayendo a cada vez más turistas extranjeros. Pero ¿qué ocurre cuando somos nosotros los que vamos por ahí fuera? Pues bien, no todos los destinos tienen esta conciencia turísticas que tenemos en España, y esto fue lo que me ocurrió a mí y que denuncié gracias mis abogados del despacho Imfor Abogados y Asesores.
Yo viajé con mis amigas durante una semana en el mes de septiembre del pasado año a la isla italiana de Cerdeña, en el mar Mediterráneo. Se trata de un lugar excepciones para pasar unas vacaciones pero que también es muy caro. Hay que tener mucho cuidado a la hora de planificar unas vacaciones en esta isla y seguir todos los consejos que los que ya han estado allí previamente nos puedan dar.
Por ejemplo, nosotras hicimos mucho caso a quienes nos decían que la mejor opción para alquilar un coche era buscar una compañía de rent a car de la propia isla, ya que eran mucho más económicas que las de carácter internacional. A nosotras nos hacía falta un vehículo con el que desplazarnos porque queríamos dar al menos media vuelta a la isla, ir desde la localidad de Alguero hasta Cagliari, y ayer coger el avión para volver a España.
Pues bien, como la mayor parte de gente que conocíamos había hecho simplemente unas vacaciones en alguna de las localidad, nada de desplazarse a través de la isla, lo que no pudimos fue pedir consejo acerca de los diversos alojamientos que cogeríamos cada día y los fuimos adaptando según el precio y las descripciones que encontrábamos en las diferentes páginas web.
Al principio nos fue bien. En Alguero encontramos un pequeño hotel bastante céntrico y con un buen precio, donde funcionaba perfectamente el aire acondicionado, más que necesario en aquellas fechas. También nos quedamos muy contentas con los apartamentos en los que pernoctamos después en Cala Gonone, Cagliaria o Porto Cervo. Pero una de las paradas a mitad del camino fue del todo decepcionante.
Tuvo lugar en Castelsardo, una localidad que pese a la mala experiencia vivida podemos decir que es preciosa y que tiene muchísimo encanto. Para dormir allí habíamos reservado un apartamento por internet con la condición de llegar antes de las ocho de la tarde. El apartamento estaba muy mal señalizado pero lo encontramos, aunque allí no había nada. Nos gastamos una gran cantidad de dinero en teléfono llamando al número que aparecía en la reserva como información y en el que nadie contestaba a excepción del buzón de voz, y ya se sabe que cuando llamas con un teléfono español en otros países… El caso es que teníamos miedo de que la persona en cuestión nos diese como no aparecidas y nos cargasen una noche que no disfrutábamos.
El apartamento en cuestión no estaba como se decía en la descripción dentro de un complejo de alojamientos de este estilo, sino que era un particular dentro de una urbanización. Muertas de vergüenza comenzamos a llamar a los timbres de los vecinos, con la esperanza de que alguno fuera el dueño y estuviese dentro esperándonos o que nos pudiesen dar alguna pista. Por fin una señora quiso hablar con nosotras en su rudimentario inglés y con su teléfono (algo que no paraba de echarnos en cara) llamó al arrendador. Se ve que ya le había pasado más veces.
Pues a la media hora de estar allí en medio de la noche y sin ninguna luz apareció una chica bastante maleducada que nos abrió la puerta de un apartamento del que decir que estaba sucio es casi halagarlo y donde por no tener no teníamos ni papel higiénico. Las camas no tenían sábanas, las televisión estaba sin aparato de TDT y para más inri había unas escaleras bloqueadas en medio del salón que bajaban a no queremos saber a dónde. Para nuestra sorpresa, esta chica nos pidió el dinero por adelantado así como una comisión por limpiar el apartamento que se ve que iba a fondo perdido porque aquello estaba a rebosar de mierda. Y cuando tratábamos de decirle todas estas cosas desaparecía todo el maravilloso inglés en el que nos había explicado que quería cobrar para pasar a decir que es no entendía nada y solo hablaba italiano.
Decidimos no amargarnos la noche e irnos a cenar para salir al día siguiente rumbo al siguiente pueblo de playa que queríamos conocer, pero a la vuelta mis abogados del despacho Imfor se encargaron de hacer una reclamación con la que nos devolvieron todo lo abonado, incluida la tasa por limpiar algo que seguramente seguirá lleno de mierda.
La clave está en no dejar que te amarguen las vacaciones pero no callarte, porque tú no volverás, pero otra persona lo sufrirá si lo tapamos, lo mismo que podría pasarte a ti en cualquier otro destino. Así que desde aquí, con mi buena experiencia gracias a los abogados de Imfor, os animamos a que no dejéis de informar y de denunciar estas injusticias y recuperéis también vuestro dinero.